De vuelta a Panamá veo otro país, otra tierra más cercana y, entusiasta.
Aunque seamos los colonizadores/conquistadores, hay mucho que aprender, tienen ganas y a nosotros nos faltan.
Panamá es un país que quiere despegar, y eso se nota en la actitud de sus habitantes.
Curiosamente, aunque existe un cierto recelo hacia los españoles, también nos admiran, les interesa nuestra historia y nuestra cultura. Aprenden de los norteamericanos pero disfrutan de lo español.
Hasta hace unas horas no sabía quién era Santiago Ruiz pero escuché en distintas ocasiones cómo relataban amigos panameños, muy emocionados, la tremenda ilusión que les hizo que la hija del mencionado les recibiese, les enseñase su casa y su bodega, la amabilidad y la deferencia con que les trató. De su periplo por Madrid, Castilla-León, Galicia, Portugal (algunos de ellos también Turquía y Hungría) resaltaban la visita a la bodega de Santiago Ruiz, según descubrí después, uno de los padres de la marca Albariño.
Además vieron un Madrid hermoso, disfrutaron con Valladolid y sus tapas, lloraron llegando a Santiago e imaginando los miles de peregrinos que han ido dejando su huella, enmudecieron con Santa Tecla, se asombraron con Viana do Castelo, estudiaron los Templarios en Ponferrada...
Esos son los ojos panameños, ven un país que respira cultura e historia por todos sus poros, pero también ven a sus habitantes cabreados, sin ganas.
Cuando llegamos a Barajas el pasado 15 de septiembre, vimos como un grupo de aproximadamente veinte niños ecuatorianos, de entre seis y diez años, eran dirigidos por cuatro españoles a su destino. Los niños miraban entre absortos y temerosos lo que les rodeaba siguiendo disciplinadamente las órdenes de los mayores. Jesús les dijo: "No estamos enfadados, somos así".
Ahora comprendo porqué se dice que los españoles estamos eternamente cabreados y...cada vez menos ilusionados.
lunes, 4 de octubre de 2010
martes, 7 de septiembre de 2010
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